sábado, 27 de abril de 2013

“¿Qué es la literatura infantil? Un poco de leña al fuego”



Así se titula un sugerente y provocador texto de Joel Franz Rossel, escritor, ilustrador e investigador cubano de literatura infantil. El cual expone que, no es la temática lo que diferencia a la literatura infantil de la reservada al consumo adulto, sino que es el tratamiento. Pero este tratamiento (de las formas y no sólo de los temas) no debe ser visto como el sometimiento del autor a las limitaciones de comprensión de cierto destinatario, sino que debe ser visto como el aprovechamiento de las potencialidades expresivas de ese receptor, que no es un adulto en miniatura o en constitución, sino que posee maneras propias de interpretar y representar el mundo en que convivimos grandes y chicos sin que, por obra y gracia de esa mirada especial, éste sea igual para ambos.
De este modo, lo infantil en la literatura estaría no solamente en el lector, en ese conjunto de rasgos suyos que el autor debe identificar y manejar con soltura. Lo infantil estaría por sobre todo una determinada sensibilidad –característica, pero no exclusiva del niño– que tendría que ser realmente compartida por el escritor si este quiere que su obra no sea un elemental acto de trasmisión de cultura y experiencia o una burda adaptación del discurso literario, sino que fuese la colaboración sincera y vinculante de su espíritu con aquellos que mejor capacitados están para comprenderle.
Para Rossel la relación creador-lector es preponderante pues “El papel del niño en la literatura infantil no es el de simple destinatario. Ellos (denominémoslos en toda su pluralidad) son el trozo de cristal polifacético, fotosensible y fecundo a través del cual el creador enfoca cuanto le rodea, le rellena... o le falta”


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